ESTE TEXTO NO ES MIO SINO DE PROFE
Buena critica sobre el documental donde aparece Brad y muchos otros no y donde se milita la teoria de los dos demonios
“al documental lo que le interesa es lo otro: un rock apolítico, que se revele solo contra esa entelequia sin cara que es “la corrupción” (a esta altura se forma un trago de saliva ácida al escuchar esa palabra desvirtuada así), ahijado por productores y casas discográficas multinacionales e hijo de un continente que cuente oficialmente una historia: la de los dos demonios que nos azotaron, una versión de la historia latinoamericana que es bien sosa, posmoderna, perjudicial y cómoda. Mucho más imperial que nuestra, por supuesto.
Para Netflix esta saga no fue un “Rompan Todo”, claramente es un… “Rompan Nada”.
https://vaconfirma.com.ar/?articulos_seccion_719%2Fid_12603%2Frompan-nada
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Una cosa sobre Brad: toco los teclados de los Twist, una banda que no habria nacido en los 80’s en Argentina (donde odiaban cualquier cosa menos rock) y solo lo admiro por eso …..de hecho admiro a Fabi Cantilo y si Pipo me lee pone ese video hermoso de Cleopatra..
Si los twist hubieran nacido en USA o Inglaterra hubieran sido los B52’s pero más grandes
A sus órdenes:
https://www.youtube.com/watch?v=2SLNxRxrSJE
En Argentina se le llama rockero a las personas que padecen dislexia y se quejan molestando a un instrumento.
rock es cuando suena cercano a AC7DC el resto mehhhhhhhhhhhhh….mehhhhhhhhh…y no caigo en esa de “il rick is ictitid”…….de solo ver que se relaciona cafe tacuba con ROCK me dan ganas de llorar sangre
Yo tengo al Rock Argentino (el único que existe en español… porque los gallegos cantando rock con ese acento es algo digo de no oírse), pero viendo la lista de artistas, la verdad es que uno preferiría escuchar a Tini o pegarse un tiro en las bolas.
Pobre Cachito…
Esta es una buena reseña del sitio Leer Cine que adhiero porque el documental es un Santolalla’s Greatest Hits coproducido por Sony Music (si leen los créditos pueden ver el nombre de Afo Verde, el ejecutivo de esa multinacional).
Rompan todo es un documental que a partir de la excusa del rock en América Latina cuenta lo importante que es la existencia de Gustavo Santaolalla en el Planeta Tierra. Tiene el testimonio de una enorme cantidad de músicos de Latinoamérica y, por suerte, también del propio homenajeado, el empresario Gustavo Santaolalla, conocido también en el mundo del rock por ser el autor de la canción Mañanas campestres.
El documental no consigue respaldar su teoría. El rock de América Latina no existe, al menos en estos seis capítulos, como la unidad que anuncia, solo funciona en bloque para el mercado discográfico y ahora también para Netflix. Pensando justamente en las ventas 2020 del documental es que se unen diferentes países y se le coloca ese título, la selección de músicos también se piensa en esos términos. Las claquetas que se ven antes de algunos fragmentos de entrevistas muestran otro título: Rock en español. En algún momento del proyecto alguien se dio cuenta que no era una forma piola, moderna y combativa de llamar al documental y desempolvaron sueños revolucionarios de nuestra América o el miedo a ser confundidos con España. Además, el rock en portugués no aparece, lo que delata que se trata de una cuestión de idioma. Por momentos hay algo chauvinista en el discurso de algunos músicos.
No hay voz en off ni un eje que una la serie documental. Solo avanza de forma cronológica y son los músicos los que explican no solo la música y su propia historia, también los cambios sociales y políticos. Con muchos fragmentos breves se trata de armar la historia del rock y del continente. El resultado es una narración desprolija, con frases hechas, carente de profundidad, torcida para lograr bajar línea, sin cuestionamientos, sin nada nuevo o interesante, incluso incomprensible para quien no conozca desde antes esas historias. Músicos convertidos en historiadores, filósofos, sociólogos y periodistas. Por supuesto que es una decisión, no producto de un error. Pero obligados a hablar de todo, nunca llegamos a conocer realmente a ninguno de ellos. La superficialidad es total por culpa de esta estructura. Siempre, recordemos, con Gustavo Santaolalla como centro y figura clave de todo, opinando de todo y con testimonios de gente elogiándolo a él. Parafraseando a Mel Brooks se podría decir: “Es bueno ser el productor!”.
Lo que el documental es incapaz de asumir es que esos rockeros rebeldes se volvieron millonarios. O que cambiaron de género o que se hicieron cómplices de gobiernos populistas que ranquean entre lo más corrupto de la historia contemporánea. Básicamente, el documental esconde lo incómodo, lo molesto, lo complejo, lo que finalmente podría darle profundidad. Las drogas no traen consecuencias que no sean artísticas, las luchas de los músicos son siempre contra el sistema, no contra sus propios fantasmas o contradicciones, apenas asoman algunas cosas sueltas. Santaolalla pidiendo disculpas porque Billy Bond dijo rompan todo. ¡Pero si el documental se llama así! ¿Tan hipócrita hay que ser? Por suerte el propio Billy Bond tiene una mirada más inteligente y sincera de los eventos. Por algo uno es Billy Bond y el otro no, claro. Luego, Santaolalla nos explicará que su banda Arco Iris era fantástica, exitosa y está en el centro mismo de la historia. Un verdadero productor hubiera tenido el pudor de relegarse a sí mismo en pos de la historia grande. Un gran productor, claro. Pero cuando en un documental de seis episodios el propio Santaolalla crea que es relevante mencionar a su banda Wet Picnic como algo importante ya el nivel de delirio egocéntrico es total. También habrá un lugar de privilegio para Bajofondo. Una pieza clave en la historia de rock vista desde el punto de vista de Santaolalla. Y como broche de oro, cuando el más grande de todos, Charly García, realice una carrera que entienda perfectamente las idas y vueltas de los músicos y la fama, el propio productor Santaolalla le dedica un espacio a criticarlo. Es decir que un documental vacío de mirada crítica tiene una sola crítica al contenido musical y se basa en un ajuste de cuentas resentido por parte del productor de la película a un músico mil veces mejor que él. Por supuesto, Charly no tiene derecho a réplica. Y el documental no tiene otro momento parecido en lo que a diferentes puntos de vista refiere.
Es prolijo y profesional el trabajo en el montaje de sonido, un archivo superior al promedio de los documentales vinculados con eventos argentinos, aunque en estos últimos años este género se ha elevado mucho en ese aspecto, como lo demuestran las películas de Fangio y Vilas que hemos visto en este año en Netflix. Una pena que ese profesionalismo no haya alcanzado a la construcción del guión o el respeto por el rigor documental. Aparecen grandes músicos, enormes canciones, momentos que producen felicidad y nostalgia. Los testimonios de Emilio Del Guercio, David Lebón y Billy Bond son interesantes o simplemente divertidos. Pil Trafa y Marcelo Moura también tienen una interesante intervención. Se ve que hay músicos que ya están muy deteriorados, otros que mantienen una genuina humildad que resulta muy saludable y otros que dicen defender banderas que en su vida cotidiana no sostienen ni un segundo. De esas contradicciones también se podría haber hecho una película. Hay un bloque dedicado a la mujer que parece una ley de cupo. Celeste Carballo tiene más rock que todas las demás entrevistadas, pero no le dedican el espacio que se merece, por ejemplo. Es que hay demasiados testimonios, muy fragmentados, entre otras cosas porque los necesitan para contar la historia del continente. En Argentina, varios de esos rockeros se volvieron oficialistas de políticos corruptos, lo que contradice todo el discurso del género musical que dicen defender. Brevemente Pedro Aznar es la única voz que dice que ya no hay quiebre, que ahora el rock es el estándar. Pocos segundos, pero están.
Este año pudimos ver Country Music, otra obra maestra del documental dirigida por Ken Burns. Esa es una verdadera historia de un género musical. Claro, completo, minucioso, profundo, complejo. Con una idea muy sofisticada, una exploración real y un análisis inteligente de la música country. Comparado con ese documental, Rompan todo no existe, su edición está hecha por un estudio de mercado. Cuando también este año se estrenó The Last Dance, el exitoso documental sobre Michael Jordan y su última temporada con los Chicago Bulls, Ken Burns dijo algo muy sabio: No está bien que un documental sobre Michel Jordan y los Chicago Bulls esté producido por Michael Jordan. Si Ken Burns conociera el documental Rompan todo diría lo mismo: No se puede hacer un documental sobre el rock de América Latina producido por Gustavo Santaolalla, quien no es Michael Jordan, claro. Por eso es basta triste y completamente falto de ética que sea productor y agrande su importancia. Un documental serio sobre este tema no le dedicaría más que algunos segundos. También aparecen los grupos producidos por él y el proyecto, en ese aspecto, también parece estar marcado por la agenda comercial del productor. Su motivación es ponerse en el centro y seguir ganando dinero. No está prohibido hacer la banda de sonido de videojuegos, no está prohibido hacer la música de documentales políticos de propaganda y no está prohibido ganar fortunas. Lo que sí es una vergüenza es venderse como lo contrario, no hacerse cargo de los matices. Ojalá hubieran sido más apegados a la realidad a la hora del montaje final, eso hubiera ayudado. Nadie se animó a decirle basta al productor, cuya carrera nadie piensa que necesitaba este homenaje, su trabajo y su éxito debería alcanzar por sí mismo. Si se supera el hastío y la vergüenza ajena que produce cada aparición de Gustavo Santaolalla, uno puede ver en él a un personaje de Will Ferrell, como Mugatu, el inventor de la corbata teclado que quiere ocupar desesperadamente un lugar en la historia, como sea.
Hay mucho material, sin duda es difícil armar algo así. Pero esa es la tarea del que hace un documental. Tantas historias quedan afuera, tantos personajes increíbles que por motivos incomprensibles quedan afuera. Tanto por analizar y sin embargo la película no lo hace. Cada uno tendrá su gusto musical, cada uno sus favoritos. Insisto que el documental podría haber sido más equilibrado y tener más capítulos, profundizando en cada país y en cada momento. Ojalá se hagan otros y podamos dejar este atrás. Porque Rompan todo es este documental y no uno que podemos imaginar, no creo que lo hayan hecho por error. Robemos con elegancia, dice Charly García. Bueno, eso tampoco se consigue acá.
No es un documental para músicos ni melómanos. Es para esa gente neutra que no quiere conflictos. No habla del arte sino de la sorpresa que nosotros los latinoamericanos también podamos hacer negocios jugosos y tener creatividad.
Obvio, y es nefli, no es la npr o billboard o billiken o la finfunfán
Este documental muestra como para las grandes discograficas, las bandas independientes, en especial los redondos, fueron una granito en el culo para ellos que se los ignora olimpicamente.
Cuando conocí a Santaolalla, me contó que el estaba obsesionado con la imagen del botero de siddharta, que transporta de una orilla a la otra.
Creo que si el tipo tiene un talento es el de conducir a los músicos hacia su mejor orilla. Es innegable q a los que produjo los ayudó a dar de si lo mejor y es con él que sacaron sus mejores discos, no por estar llenos de hits, si no por laburo, coherencia, etc.
Si vas a sacar un disco de 7 temas, él te pide que le entregues 100. Eso hace que el músico tenga que laburar donde antes no habia laburado. No veo que puede tener de malo eso.
El documental bleee
Estilo netflix, ingenuo el que esperaba algo subjetivo y bien trabajado.
Es entretenimiento y ya, poniendo a figuras de mierda como mon laferte que la toman como rockera por ir en tetas a un lugar, acto que puede hacer mi tía medio chiflada para ir al super y nadie la tomaría como transgresora.
Santaolalla me parece un tipo sincero, si lo conoces sabés q no nada en lujos, invierte mucho en lo que hace, busca la exelencia hasta en el mínimo sonido y es generoso con todos los que trabajan con él. Capaz de quedarse horas y horas laburando a la par de cualquiera.
A mi me cae bien el viejito y que tiene de malo ganar un poco de dinero en un año donde tuvo que suspender toda una gira y pagarle igual a cada músico y técnico aunq no hayan laburado?
El kiosquito Rock™ de Gustavo Santaolalla en Netflix. Apela al marketing de la nostalgia con cierto poder adquisitivo. Llama la atención el rol del Departamento de Estado en el control cultural, económico y social del continente americano.
Coincido con muchas de las críticas que aquí se expresan y podría agregar varias mas pero lo que me llamó la atención, además de darme un poco de tristeza y vergüenza ajena es que hayan decidido terminar el documental con un rígido, casi momificado Charly García diciendo: “Say no More” en un documental dedicado al rock en Español!!
Es el imperio hablando en su idioma expresando que se acabo la joda del rock. Ahora es todo musica de negros y mujeres, todo lento y grave. Nada de superar los 110 bpm.
Santaolalla antes que nada es productor -hoy multimedia sin fronteras- y donde ve el filón se manda (luego de hacerse el hippie cósmico en Arg. no dudó en hacer cola para ser parte del corporate rock en USA). Si le aplaudís la capacidad de hacer guita, ok, pero le da igual vender “souvenirs” de tango (Café de los Maestros) que rock cavernícola (Bersuit) o un contenido apto para Netflix. Se mueve bien ahí, en los circuitos del entertainment, donde tiene espacio para sus inventos como lo de BajoFondo (otro cóctel de moda cuyo furor pasó hace rato)… Pero como músico que vaya al frente con su propia obra, siempre pasó desapercibido a no ser que componga música para películas absolutamente mainstream. Para que se entienda mejor la diferencia: una cosa es CHARLY GARCÍA como ejemplo de artista-músico-genio con una obra personal inmensa que tocó frente a una enorme cantidad de gente convocada por él mismo a lo largo de su carrera (y que influyó con su música en miles de músicos) y otra es un productor que tiene ideas funcionales a la industria (y la industria lo adora por eso). Santaolalla explicando la historia del rock en LatAm es tan inevitable como parcial. Es como cuando Clarín o La Nación venden fascículos explicando su visión de la historia argentina o latinoamericana. ¿Ya le compraste los vinos de su bodega Cielo y Tierra? (lindo nombre, aunque si rascás un poco aparece el concepto real: “¡Ahora quiero exportar vinos!”) … y encima tener bodega es recool. Felicitaciones GAS por tu desempeño en las grandes ligas. El rock murió pero tus proyectos no paran.
Es un buen resumen de como Santaolalla quiso lavar a todo el rock latinoamericano para que sea de gusto Latam y for export. Y no lo logro, aunque quedaron victimas en el camino. El rock tiene que ser por definicion no global, sino empieza a fallar. Tiene que tener ese sentimiento de algo que no se puede explicar, por eso es musica, y siempre se termina relacionando, con vivencias, recuerdos, lugares, olores. Es familia, son amigos. Por eso no puede funcionar igual para un mexicano que para un argentino. Del rock mainstream somos simplemente espectadores pasivos, el idioma ya nos pone una distancia tan concreta que es mas facil dejarse engatuzar. Sobre todo por no entender del todo las letras, las historias y las referencias. Nos quedamos con los sonidos, las esteticas.
Impecable