Hace un par de días reseñé el documental ‘The Most Beautiful Boy in the World’ de Kristina Lindrom y Kristian Petri en el que se cuestiona el modo en el que el director italiano Luchino Visconti ‘usó’ al adolescente Björn Andrésen para su rol de Tadzio para luego despreocuparse y dejarlo a la buena de Dios lo que, en su propio testimonio, acabó ‘arruinándole la vida’. El modo en el que el tema es planteado es propio de estos tiempos: ‘genio machirulo (Visconti) se aprovecha del débil (Andrésen) para llevar adelante su propia agenda artística’. La prueba que el documental presenta como incriminatoria es el modo en el que Visconti se refirió a su joven estrella en el Festival de Cannes: ‘Era el más hermoso mientras filmaba mi película pero tras ella, empezó a perder esa belleza’. Sin embargo, lo que el documental ignora es el contexto y situación en el que esto es enunciado que es como parte de la teoría estética que la película postula. En realidad, el dilema ético no deberia enfrentar a Visconti contra Andrésen sino a cierta concepción del arte (en este caso, el cine) como ámbito en el que se dirimen cuestiones filosóficas y estéticas (supuestamente) ‘superiores’ contra el modo en el que ciertos seres humanos son invitados a ponerse al servicio de esos fines y si son conscientes del precio que puede llegar a pagarse por ello. En otras palabras, puede uno a los 16 años tener la madurez suficiente como para saber que, de una manera u otra, puede acabar pagando ese precio y qué precio, realmente, va a terminar pagando. Si Visconti te usa para problematizar visualmente la cuestión de la belleza absoluta desde la perspectiva del tiempo es muy posible que esa belleza esté condicionada a la pelicula y la reputación que el ‘bello’ lleve haga que acabe decepcionando a todo aquel que se lo cruza.
Como sabemos, Muerte en Venecia (1971) es posiblemente una de las mejores peliculas de la historia del cine. Una co-producción Italo-francesa protagonizada por Dirk Bogarde y el mencionado Andresen basada en la novela del alemán Thomas Mann, publicada en 1912. Tanto la novela como, aún más melancólicamente, la película no sólo son obras modernistas, con todo lo que esto significa sino que se insertan dentro de una reflexión respecto del sentido del arte para la vida humana, in toto. La trama tiene lugar en la primera década del siglo, cuando el compositor alemán Gustav von Aschenbach viaja a Venecia para recuperarse de algún tema de salud no del todo claro. De entrada los problemas y malos entendidos lo perturban. El es un hombre que no quiere vincularse con el mundo real sino que ordena su conducta desde el ámbito de las ideas a puro golpe de auto-disciplina y control de las pasiones. Sin embargo, mientras se hospeda en el Grand Hotel des Bains en el Lido, se cruza con un hermoso adolescente Polaco llamado Tadzio (Andresen) que no hace otra cosa que pasearse con su familia de aqui para allá vestido de marinerito y devolverle la mirada,
Lo que en un principio parece perfilarse como una historia de pedofilia tan inapropiada que resulta intolerable para la puritana moral actual, pronto se evidencia como una alegoría del post-Nitzcheano dilema artístico entre lo dionisíaco y lo apolineo. Como si se tratara de su propia conciencia, a medida que avanza su apasionamiento (siempre desde la distancia) por el joven muchacho; Visconti incluye diferentes momentos de una charla que es una verdadero debate en materia estética entre Gustav y su mejor amigo. Gustav, feliz padre de familia y con todo en su vida aparentemente en su lugar, adscribe a una noción del arte y de la música en la que lo que se busca es abstraer la forma para destilarla de aquello que la vincula a la naturaleza, el cuerpo y el sexo. En otras palabras, para él la verdad y la perfección no deberían ser influidas por las urgencias de la naturaleza y el cuerpo. Pero la majestad de la belleza entre romantica y neoclásica de Andresen hace que las barreras autoimpuestas por el compositor comiencen a disolverse.
Si bien, la incomodidad de las mujeres a cargo de Andresen (su madre y su nanny) se filtra en dos momentos muy sutiles, Visconti no centra la cuestión en la relación homosocial ni mucho menos homosexual sino en qué significa la belleza del joven para el profesional de la belleza que es el compositor. Es allí donde la naturaleza se filtra de la manera mas cruel para poner en evidencia cuestiones como la decadencia y el envejecimiento. Lo que llevó a Gustav a autorrecluirse en el Lido fue un momento de duda en el que decide abandonar su acostumbrado formalismo clásico para abrazar una idea del modernismo más feral y ambivalente y eso es precisamente lo que divide a su público. Es esa ambivalencia la que él no puede tolerar. Por eso deja a su familia perfecta atrás para ir a la ciudad ambivalente por antonomasia. El problema es que esto ocurre durante una racha de viento Sirocco que precede, ni más ni menos que a una peste que mata a gran parte de la ciudad, entre ellos al propio Gustav que muere tratando de alcanzar con su mirada al joven Tidzio mientras se baña en la laguna estirando su mano neoclasicamente cómo si fuera un aniñado Perseo. El guiño a la homosexualidad Ateniense se da de frente con una realidad mucho más ambigua en la que el joven no se somete a los dictámenes y enseñanzas del adulto ni tampoco parece quedar pegado al rol pasivo (tradicionalmente asociado al rol femenino) ya que en algunos momentos pueden verse ciertos gestos ‘boyish’ (masculinos) que desarmarían esos preconceptos. La desigualdad entre los dos está así basada en una cuestion sola: la edad. El amigo de Gustav (que, cómo dije antes, actúa como su conciencia) le dice que la belleza es un indicador de la candidez y la juventud: ‘la castidad no existe en la edad adulta sino la decrepitud y la imposibilidad’.
Lo antedicho nos devuelve a la hipótesis del documental anti-Visconti según la cual la conducta del director fue abusiva, entre algunas otras cosas, porque se refirió a su estrella joven como perdiendo su belleza, un año despues de la filmación. Sin embargo, esto es precisamente lo que el film plantea respecto de la condición humana. La belleza, para Visconti y para la pelicula, está vinculada a un momento de la vida en el que todo es esperanza y es precisamente con la toma de conciencia de su caducidad propia de la adultez cuando un rictus toma nuestros rostros y nuestra expresión como respuesta a los mandatos sociales y al modo en el que nuestro cuerpo deja de responder a nuestras expectativas de eternidad. El problema de descontextualizar para así someter a los artistas a un tribunal moral en el que el daño equivale automaticamente a la culpa de otro es que se lleva por delante el sentido y la razón de ser del arte producido en ese contexto y esas condiciones. No siempre el arte fue puritano. J A T
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Exacto.
Nada para agregar, todo para aprender.
Excelente Cañete!
Que bien escribís.
Estudié en una facultad de comunicación que tenía un área de cine bastante desarrollada y con premios importantes en su haber, lo que hay que matizarse teniendo en cuenta que queda en un país latinoamericano, lleno de desigualdades de todo tipo, gracias a las inequidades de la relación entre centro periferia, o sea allí nadie había salido para hacerse famoso en Hollywood, pero los trabajos de los ex alumnos sí circulaban por festivales importantes y hasta accedían a fondos de coproducción. Hace unos años salió una camada que ganó premios en Cannes y Berlín. Todo esto para contextualizar que cuando veíamos escritura periodística o de guion ya nuestros profesores nos marcaban un hecho: el arte siempre usa de alguna manera personas vivas para hablar de… Sean tus modelos de fotografía o pintura, sean los actores de un hecho que vas a reseñar, sean los actores de tus trabajos, etcétera. Desde el principio nos dijeron que nos bajáramos de la pretensión positivista de que somos observadores pasivos de aquello que vamos a describir. No, siempre hay interacción y en esa interacción se modifica el objeto-sujeto de la observación, pero también el autor-realizador-observador cambia. Eso que fuimos a mirar ya nunca volverá a ser visto de la misma manera, ni se mirará a sí mismo cómo se miraba antes. No nos daban un manual de ética, sólo nos decían: sean conscientes del costo de lo que prometen, porque cuando alguien se siente utilizado se los recordará toda la vida. Y vaya que pasaba, desde encontrarnos en la universidad a algún habitante de la calle que le pedía plata a algún profesor o compañero que había hecho un documental sobre su vida. O que el líder comunitario de la vereda x se sintiera ofendido porque fue actor natural en una película que giró por el mundo y eso no le trajo beneficio alguno a su comunidad. Es más, no entendía por qué el director se la pasaba viajando a festivales, mientras él sólo había ido a uno. En su cabeza no cabía que el director era el centro de la obra y no él que era cuya historia se contaba. Todo esto para decir que lo que pasa con Andrésen no es nuevo. Siempre ha sido una discusión, especialmente en el mundo del arte y el del periodismo, que muchos no ven como arte, pero se nutre de muchas disciplinas artísticas. La gente espera que ser protagonista de una obra le cambie la vida para bien y eso no ocurre siempre y no siempre es culpa exclusiva del medio. Hay gente, precisamente, cuyo valor etnográfico o artístico es que su vida es un desastre y por eso sirven para hablar de… Suena horrible, pero los artistas no son trabajadores sociales. Su propósito es crear una obra, no resolver lo que está mal en una vida. Eso también nos lleva al debate del utilitarismo, pero sin utilitarismo no existirían muchas obras. Todo el tiempo se está jugando con los límites. Me acuerdo también de un debate que aparecía mucho en las clases de periodismo, en las de cine y en las de etnografía (era una escuela muy particular, con un enfoque sociológico-artístico), sobre hasta dónde te puedes comprometer en mostrar una visión positiva del sujeto que retratas, entrevistas u observas. Desde un punto de vista ético, debes tratar con respeto a esa persona en el momento de recolectar la información o realizar la obra, pero si intentas que tu obra quede bien con esa persona, la obra pierde verdad. Por eso nos decían: no te comprometas a mostrar tu obra antes de ser divulgada y mucho menos a cambiarla a pedido del sujeto de la observación. Es muy probable que esa negación te cueste la relación con esa persona, pero tú no trabajas para él. En la interacción capaz descubras cosas muy molestas y si tu intención es mostrar una reflexión profunda y sensible sobre un tema, esas cosas se deben quedar. Vaya, ése es el dilema de todos los que hacen investigaciones en el campo, así que no son debates sólo del mundo del arte. Cuando produces una obra concreta sobre una persona real hay consecuencias a futuro, ya sea por lo que esa persona esperaba que pasase en su vida a partir de esa obra o por lo que muestras sobre ella. Ahora, sobre el caso del documental, en un punto los directores están haciendo con Andrésen lo mismo que ya había hecho Visconti, o sea lo están usando para hablar de… Y en ese hablar de no le van a dar una vida mejor, salvo que se carguen sobre sus hombros velar por el bienestar de Andrésen y eso también plantea debates éticos.
Sobre todo esto, hay un caso muy parecido, sólo que este director no habla sobre la belleza, habla sobre la miseria y la violencia. Su nombre es Víctor Gaviria. Las películas de Víctor suceden en la Medellín de los sicarios. Trabaja con actores naturales, muchos de ellos niños, mostrando sus duras condiciones de vida y la violencia que viven. A Víctor siempre le reclaman que mientras él muestra sus películas en Cannes, los protagonistas de sus películas termina muertos o en la cárcel, siendo este último caso el de la protagonista de la Vendedora de Rosas, Lady Tabares. Lady llegó a ir a Cannes, estuvo de gira por todo tipo de medios e incluso intentó una carrera como actriz, pero siempre la llamaban para hacer personajes parecidos a ella misma. No tenía el fenotipo que buscaban en las telenovelas. Con los años terminó participando en el secuestro y posterior asesinato de un taxista. El otro protagonista de esa película fue asesinado algún tiempo después de la filmación, se llamaba El Zarco. Tanto en el relato de Lady, como en el de los familiares de El Zarco, siempre aparece el mismo reclamo: nos prometieron tantas cosas y nunca nos cumplieron. Ni idea qué prometieron Víctor Gaviria y sus productores, pero es otro ejemplo de la misma discusión: protagonizar una película no necesariamente es el inicio de un futuro brillante y cuando ese futuro brillante no pasa, siempre hay que preguntarse ¿Habría sido distinto sin la película? ¿Sin la obra en cuestión?
Dirk Bogarde recibió una oferta en 1990 de Madonna para aparecer en su video “Justify My Love” y en el libro “SEX”, a lo que Bogarde comentó: “¿Qué es esto? ¿A los setenta y uno? ¿Necrofilia?”
Su estilo elegante fue inspiración de muchos músicos de la corriente “New Romantic” como Adam Ant, David Sylvian de Japan, Bryan Ferry y más tarde Morrisey.
Steve Strange de Visage compuso una canción inspirándose en el Bogarde de “Muerte en Venecia”.
https://www.youtube.com/watch?v=f8_2Nh0OBQE
Muy bueno!
Qué actorazo Dirk Bogarde! Impresionante también en “Portero de Noche”.
Tenía un color entre lo impecable y lo perverso y una sutileza poco frecuente.
Bjorn Andresen no fue el único que quedó estropeado después del paso por su vida de Don Luchino Visconti di Modrone, conde de Lonate Pozzolo e hijo del duque Giuseppe Visconti. El actor Helmut Berger, su última pareja, también catalogado en su época de oro como “el hombre más bello del mundo”, después de una carrera importante en el cine europeo tuvo intentos de suicidio, adicción a la cocaína, al alcohol y al sexo, y terminó casi en la indigencia. No digo que haya sido todo a causa de Visconti, pero no creo que sea casualidad. Los monstruos sagrados suelen dejar cicatrices profundas en los que compartieron sus vidas con ellos.
Berger era pareja de Visconti en los ultimos años de vida del director, y son memorables las humillaciones a las que fue sometido Visconti por parte de Berger. Humillaciones y burlas que tenian que ver con las gaffes del director debido a su ancianidad. Berger hizo de Visconti lo que quiso, sabiendo que el director estaba en el boulevard del atardecer.
Cuando en los ultimos años se publicitò la situacion de indigencia de Helmut, no fueron pocos los que festejaron al son de “karma”.y “quien las hace las pagas”
Obviamente, ldigo lo que digo, por que me lo contò personalmente en Roma, una famosisima actriz de origen brasilera, muy popular en los 70 en Italia, intima amiga del director, y testigo del maltrato de Berger al anciano Luchino.
Interesante data, no conocía esa historia. Sabía de la diferencia de edad entre ellos pero no esa parte del relato.
Llámese la famosa actriz de origen brasilero: Florinda Bolkan.
Su carrera “comenzó” con Anónimo Veneziano (1973) cuyo director era Enrico María Salerno.
Fue y es la creme de la creme de la cinematografía italiana.
Yo lo viví de otra forma, desde la ópera, Death in Venice es una de las óperas más famosas de Benjamín Britten que no es santo de mi devoción, de hecho muy buen arreglador pero como compositor no es de mi estilo.
Por años Death in Venice fue una de las óperas regulares de la English National Opera, sin embargo empezó a desaparecer del repertorio. Visconti no fue el único cancelado, también lo fue Britten aunque en forma póstuma.
Britten era gay y estuvo en pareja con un famoso tenor inglés viviendo en Suffolk, de hecho donó la casa como parte del testamento para promover la música clásica. La cancelación de Death in Venice ocurre durante la histeria de los tabloides de principio de la década pasada, donde de repelente en el imaginario inglés Britten tenía que ser pederasta porque ‘era gay’ y obviamente ‘Gustav’ no era otro que Britten reflejado.
Inclusive inventaron viajes de Britten a Marruecos para buscar jovencitos y hasta le inventaron relaciones platónicas con sus alumnos.
Como en ese documental, intentaron cancelar Death in Venice, irónicamente en la ENO que es una compañía bastante liberal.
Cómplices? No lo conservadores, sino el feminismo blanco privilegiado de Islington y como bien dice Cañete no hay nada sexual , es una admiración a la belleza y juventud, algo que Britten logra traducir muy bien a arte.
Es muy estimulante el comentario de Rodrigo Cañete. Podría agregarse que el comentario de Luchino Visconti -un maestro ya en su época junto a Fellini, Antonioni, Pasolini, Bergman, más “tradicionales” que Godard. Truffaut, Chabrol, Demy, Louis Malle pero tan anticipatorios como Resnais- tiene que ver con la forma de construir de los artistas, o al menos de muchos artistas. La “belleza” en lo Real del adolescente deja de funcionar cuando se transmuta en la belleza ideal e imperecedera de la obra. La belleza del sujeto mundano desaparece ante la belleza del arte, o del personaje. En la crítica intencionada y oportunista a la película de Visconti funciona un puritanismo que, bajo la defensa de legítimos derechos de la mujer y el niño (cabría mejor impulsar más la defensa de los derechos del “pobre”, a secas, del humano pobre), y amparándose en una censora e hipócrita “corrección política” (otro de los inventos de este ¿capitalismo? tardío y actual), se desmonta en retroceso un concepto del arte (cinematográfico, aquí) que emparenta con el deseo de “revolución” que inunda la época y mucho tiempo más. Este puritanismo es reaccionario, contrarrevolucionario, regresivo, retardatario. En cuanto al destino y vida del actor adolescente, nadie destruye su vida por un éxito ocasional y un posterior olvido permanente, salvo que la estructuración traumática sea precedente, con lo cual hubiese dado lo mismo que apareciera o no en “Muerte en Venecia”. Estos de ahora son los “braguettone” de Miguel Angel en la Capilla Sixtina. Eso sin considerar la homosexualidad de Michelangelo y su vínculos con los aprendices jóvenes de su taller. He leído algún comentario desorbitado en cuanto al “machismo” de Miguel Ángel en cuanto a la composición de los cuerpos femeninos, de fuertes y musculosas formas, simplemente una maestría más del Maestro para establecer la mirada correcta desde abajo hacia lo alto. En fin, una burrada de oportunista, destructiva, castradora, dictatorial, autoritaria. Son los nuevos comisarios de cultura, los integrantes de la nueva Nomenklatura “progresista”. En todo caso, debemos eliminar la música de Chaikovski por su homosexualidad ejercida vaya a saber con cuantos mancebos prostibularios y quemar todo lo de Wagner porque a Hitler le encantaban los nibelungos y divinidades nórdicas germano-escandinavas desencadenadas. Ya comenzaron con Foucault, en verdad no por su homosexualidad en prácticas en Marruecos o New York sino la aún vigente desestructuración del sistema a partir de sus ideas.