
Civilización y Barbarie
El Teatro Colón, el pasado fin de semana. Las imágenes se viralizaron enseguida y parecían confirmar lo que denunciaban, algo que siempre es muy peligroso, sobre todo si viene de espectadores sentados en la platea. Digo esto porque a diferencia del resto de las óperas del mundo, las plateas son distribuidas de manera opaca entre empresas de turismo a las que les cede, obviamente a cambio de un retorno, paquetes enteros dejando fuera al ciudadano común que tiene que ser realmente rico y comprarse un palco o ser relegado al gallinero; o teniendo un contacto politico. Esto suena muy peronista y popular pero no lo es. Los sindicatos están compuestos por una clase media convencida de su superioridad cultural, más por proximidad a la historia de nuestro primer coliseo que por logro propio ya que hace rato que el Colón no es lo que promete. Esa progresía capitalina, tiene la mayoría de las veces una segunda y hasta tercera ocupación y va por la vida dando favores, o sea asientos en la platea. Estos son favores que tarde o temprano le vuelven de diferentes maneras. Ah, me olvidaba… Hace cuarenta años que los empleados del Colón cobran sueldos estrafalarios. Pero en el Colón hay supuestamente lugar para todos ya que las Anchorena, madre e hija tuvieron sus conchavos durante décadas y usaron el escenario para jugar a las regisseur sin el más mínimo talento. En síntesis, si sos de clase media, blanco y sociópata, el Colón es tu lugar para armarte una quintita.
Pero el spot que se viralizó el fin de semana mostraba una oleada humana que comenzaba en el foso de la orquesta y sitiaba al Presidente electo, comprometiendo la seguridad física de alguien que para ese entonces había sido votado por, al menos, el 40% de los argentinos. Inteligentemente colocado en un box que, en el eventual caso, de que la sangre llegara el río, le permitía un escape directo; Milei miraba atónito cual Madame de Merteuil en Las Relaciones Peligrosas. La diferencia entre el personaje protagonizado por Glenn Close y Milei es que este último hizo todo de frente y a la vista de todos mientras que los que levantaban el dedito haciéndose los humanistas no son otra cosa que la continuidad de la Dictadura y sus prácticas naturalizado durante el Macrismo y el Kirchnerismo en derecho de clase. Una Condesa Olenska de Edith Wharton más que de Merteuil, injustamente Milei se vio enfrentado a una patoteada de violentos que, con un supuesto derecho adquirido Dios sabe donde, reclaman la propiedad de la virtud y la moral. Una plataforma ética desde la que se creen son Chasman ventrilocuando al resto de la sociedad como Chirolitas. Lo increíble del caso es que esto les funcionó durante un siglo medio. Desde ya, por más violenta que pareciera la situación todo iba a quedar en la nada y Milei, nuevamente impresionó no moviéndosele un pelo, lo que le dio una señal maravillosa a un electorado que quiere alguien que vea más allá que la charlita de inodoro a la que se nos tiene acostumbrados. Además si algo caracteriza a esa clase culturosa porteña es su inmensa cobardía y si quieren prueba de esto miren mi entrevista a ese sorete que ha venido siendo el pintor de corte del Kirchnerismo y ahora pide misericordia, llamado Daniel Santoro. (El video está al final de este texto).
No es este, sin embargo, un post que hable de la tolerancia debida en el marco de las instituciones porque como sabemos lo que hacen las instituciones es violentar todo lo que tienen a mano para autoperpetuarse en nombre del bien público. Tampoco será este un post que, a la luz de lo antedicho, recurre a lo que el escrito Ignacio Veliz, próxima Cañechat y Podcast por su maravilloso libro Nadie ama lo que quiere ya que tenemos que empezar a dejar esos discursos legalistas institucionalistas o como diría Ignacio, ese “pesimismo nostálgico Alfonsinista” que no hace otra cosa que, ya ni siquiera auto perpetuarse sino autopreservarse lo que es mucho mas patético.
Una Nueva Realidad
Milei emerge de otra realidad en la que el medio ya no es el mensaje sino que el mundo es el medio y lo virtual es lo real. Algunos lo llaman posverdad, algo que en sí mismo presupone que uno separa en el lugar de la verdad y moraliza desde cierto privilegio. La contracara de esto es la evasión de la propia responsabilidad en la decisión de la gente de creerle a cualquier trasnochado en lugar de a los que hay que creerle. Esos que levantaron el dedo contra Milei eran parte del combo de 13 sindicatos que han transformado al Teatro Colón en un reservorio de privilegios, contratos, mafias, al punto que se ha llegado a concevir a una gestión de nuestro Primer Coliseo como exitosa si logra transar con ese tipo de violencia cobarde que esconde la mano y grita en nombre de una moral que su propia existencia contradice.
Si bien no soy un gran fan de la ópera ni de la música clásica, en general; el Colón tiene un lugar especial en mi vida. En el año y medio en el que preparé lo que, cada vez, califico con mas certeza como un auto exilio; ese lugar fue un refugio en el sentido mas literal. Iba, me entregaba a la experiencia inmersiva que, desde Bayreuth, tiene la Ópera y tuve noches memorables con La Incoronazione di Poppea, La Fanciulla del West o The Flying Dutchman con regis de mi querida amiga Sally Gardner.
Lo que quiero decir es que el Colón es un derecho que como le dije a la presidenta de la asociación de amigos de ese momento, tenía que extenderse a las nuevas generaciones pero no, como se hizo, entendiendo a la nueva generación como la versión junior y estúpida de la vieja oligarquía sino pensando el rol de un teatro así en el nuevo milenio. Esta reflexión nunca ocurrió y el teatro quedó encerrado entre dos visiones. Por un lado, el modelo de mecenazgo del siglo XIX que ante la falta de capitales privados creyó ocupar su rol histórico. Pero esa falta de capitales privados no tiene exclusiva y necesariamente que ver con la falta mercado de la cultura o mercado interno sino que tiene que ver específicamente con que no hay público al que le interese la ópera hoy. La ópera sólo interesa como foco de un turismo de nivel medio a bajo o como turismo social interno donde la clase media desgarrada va, de vez en cuando, a experimentar con nostalgia aquel pasado glorioso que ya no puede tener.
Luego vinieron Lopérfido y Larreta y una sucesión de desastrosas gestiones que acercaron al museo a la chabacanería tanto en materia de corruptela como de modo literal. Para Loperfido, el Colón fue un cambio de experimentación para su educación como autoconvencido virtuoso de la gestión cultural (y convengamos que Lopérfido tuvo un solo talento y ese la programación de la grilla y nada más que eso) y, por otro lado, para devolver favores a sus ex empleadores en España y facturar para Larreta. Convengamos que Lopérfido tiene que renunciar porque son sus propios empleados los que lo puentean y se transforman ellos mismos: El Conejo Gómez, por ejemplo: en los valijeros de Larreta. Aquel pasó de vivir en un monoambiente a ser uno de los socios de uno de los locales de tango para turistas más exitosos de Puerto Madero. Fue en medio de esa confusión que Lopérfido decidió embarcar al Colón en una dirección suicida: el populismo abajista. El resultado fue que perdió el poco lustre simbólico que le quedaba y hoy solo van al Colón los parásitos estatales. Por eso, los que le gritaban a Milei eran aquellos que creen que van a ser despedidos, al tiempo que abre interrogantes sobre el manejo de la agenda del candidato electo ya que el que lo hizo asistir no sabe lo suficiente o simplemente no lo cuido.
Un Dealer como Ministro de Cultura
Esto el fin de semana. Luego vino el triunfo y el comunicado de que el encargado de Cultura es posiblemente la peor decisión que se haya tomado en la historia de la política cultural de los últimos cuarenta años. Si creíamos que el punto mas bajo habia sido Angel Mahler, nada nos preparaba para Leon Cifelli. Continuará.
One Response
Nuevo gobierno amerita retomar viejas costumbres: volver por mi dosis de LANP. ¿La foto del post vaticina una remake de las Red Carpet? Las fuerzas del cielo quieran que sí