Flexibilización Laboral De Facto
Un requisito para que las promesas electorales, al menos, en materia de economía, legislación laboral y política cultural, en sentido amplio, sean cumplidas en el casi seguro gobierno de Javier Milei es el incremento de inmigrantes venezolanos en la Ciudad, la consolidación de su rol social como grupo de interes y la profundización de la flexibilización laboral de facto iniciada por Mauricio Macri y el Pro en sus diferentes gestiones. En principio, casi como los latinos en Miami, los venezolanos en la Argentina no solo apoyan al Pro sino que fueron inventados por el. Esto se vio muy claramente en la campaña de Bullrich y el apoyo se traslado rapidamente a Milei tras la victoria de Massa en la segunda vuelta de las primarias.
Hacía siete años que no iba la Argentina y en mi último viaje lo primero que me llamó la atención a penas sali a la calle fue el, virtual, monopolio que los trabajadores venezolanos tienen del sector servicio, en particular, en los sectores mas afluentes. Las razones son obvias. El modo en el que el tema ha sido tratado tanto académica como mediáticamente es confuso y esto se debe a que el tema ha quedado trágicamente atrapado entre el discurso de la corrección política tout court Conicetera de las políticas de identidad impulsadas por el fallido gobierno de Alberto Fernandez y el discurso racista de aquellos que, paradójicamente, apoyan a Milei desde los sectores de ultraderecha. Esto es caldo de cultivo para el desastre por lo que vale la pena comenzar a desanudar los muchos nudos que impiden entender el tema. En principio porque tiene dos consecuencias que arman un vector de colisión con los argentinos. El primero es el acuerdo tácito entre los empresarios gastronómicos y el empleado venezolano flexibilizado para no tener que pasar por el sindicato ni pagar los correspondientes aportes. Esto es grave por varias razones pero, en principio, si bien los tratadores migrantes vienen con un alto nivel educativo, la educacion libre y gratuita asi como la salud publica siguen siendo atractivos y esto, sin mediar pagos de impuestos por parte de ellos, plantea una carga que la parte rica del pais acepta, haciéndose la boluda por las razones antes expuestas. Pero esto es pan para hoy y hambre para manana.
Esta bomba de tiempo tiene algo que la hace realmente peligrosa y es la pésima relacion interpersonal que ese acuerdo de flexibilización laboral de hecho, ciertamente perverso, genera. Esta dinamica entre clientes y empresarios gastronómicos ha sido naturalizada y se caracteriza por el Síndrome de Estocolmo. Lo primero que sorprende al ojo extranjero (y, en cierta manera, mi ojo lo es) es lo mansitos de los argentinos que hacen, literalmente, lo que se les dice en los restaurants al tiempo que son sometidos a un maltrato increible. La impunidad con la que se manejan los empleados venezolanos lo hace comportarse como dueños y en cierta manera son los que tienen la iniciativa en un chantaje que va en dos direcciones. Por un lado, los jefes no pueden decirles nada porque los tienen ilegales y por el otro lado, son funcionales al esquema politico de la derecha por lo que son protegidos por la politica de Macri y Larreta. Finalmente, el cliente tras años de politicas de identidad Kirchnerista ha transformado ese síndrome de Estocolmo en el precio a pagar por su privilegio de clase. Esto va a explotar en cuanto la crisis se profundice y Milei deberá tener mucho cuidado porque es un grupo que lo apoya casi tanto como la Franja Morada apoyaba al Radicalismo.
Síndrome de Estocolmo Post Kirchnerista
La cuestion es que si Milei hace lo que prometió como en toda implementación de políticas económicas neoliberales, el primer periodo será cruento y afectará rápidamente a los sectores más bajos y a la clase media históricamente precarizada cuyo sectores dirigenciales (Coniceteros y empleados públicos K) han naturalizado su supuesto privilegio y derecho a la mamadera estatal. Esto hara que su resentimiento aumente De parte de los venezolanos porque para con los inmigrantes venezolanos quienes porque la Argentina simplemente no es lo que se les había prometido y se sienten decepcionados. Esta suerte de juego imposible lo es aún más por la dinámica de síndrome de Estocolmo definida por la política cultural en el sentido más amplio llevado adelante por el Kirchnerismo, que como señale antes, hace del inmigrante una víctima a la que hay que contener y poner en una cajita de cristal. En principio lo que hay que hacer es que paguen impuestos.
Puedo explicar esto con una anécdota. Mientras esperaba la hora del te para ver a Didi Carli, una gloria del ballet argentino que viene de ser la virtual directora del Ballet del Teatro Colon tras la crisis generada por la lucha de egos entre un elenco adormecido y Paloma Herrera en el 2021, decidi almorzar leyendo en la Ferneteria, el restaurant concesionado por la Asociacion de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, dirigido por el procesado coleccionista Crivelli. Allí los mozos son venezolanos. Hacia un poco de frío y yo con remera y sin nada de abrigo, me senté del lado de afuera en las mesas que dan a Figueroa Alcorta. Pedí un bife que llego rapidamente mientras el mozo y yo comenzábamos una danza de miradas esquivas mitad yire, mitad busca de propina, mitad chisme con sus compañeros aburridos por la falta de clientes. Le dije al mozo en cuestión que tenia un poco frío y que quería pasarme a una mesa de adentro. El bife, más que bife, era una suerte de bruschetta untada con algo parecido al chimichurri de extremo a extremo como si una pintura de Helen Frankenthaler se tratara por lo que, cada minuto que pasaba, el bife se transformaba en una lengua a la vinagreta cuanto mas frío se ponia. Me miró con sorpresa pero de las malas, e indicó con gesto soberano que permaneciera sentado como si estuviéramos a punto de aterrizar. Me dijo que iba a presentar mi caso a alguna instancia superior que supongo debe ser el jefe de las cuatro meses de al rededor y este haría conferencia con el jefe de sector (terraza a Figueroa Alcorta). Todo esto sin perder oportunidad para cuchichear y emitir risitas destinadas a oradar la paciencia y autoestima del cliente. Vale decir que el local estaba vacío en su totalidad con otra mesa con dos comensales para los cuales habia doce mozos, en total y dos maitres Habiendo pasado cinco minutos de reloj de mi pedido y en un acto de soberanía, me levanté con el bife y me senté en una de las tantas mesas libres del interior del local. La energía cambió drásticamente ya que una violacion a códigos intocables habia ocurrido. Ese cambio de actitud se sintió hasta el final de mi estadía en el restaurant. Las miradas de odio de mi ex mozo eran constantes y supongo que esto tiene que ver con que, en la flexibilización, se transfiere gran parte del sueldo (ya negreado y desprovisto de aportes previsionales) a las propinas en una norteamericanizacion del servicio de hecho. Necesitaba algo con que bajar el bife y sus miradas de odio no disimuladas hicieron que sus companeros en solidaridad hicieran la Gran Nelly Richard, ó sea, me invisibilizan. Para entonces, el interés del dueño había sido descartado por una negociación de prestigios y subjetividades absolutamente y innecesaria por lo que en otro acto de soberanía no nacional, me levanté y me senté, con mi plato, en la barra con el plato y pedí a la chica de la caja que hizo lo imposible por simular no oírme pero al estar confinada a uan suerte de isla de botellas en medio del local no le quedo otra que servirme. Su cara fue solo superada por otra Venezolana que se creía Gloria Trevi en el pico de su carrera cuando estaba casada con Tony Motola. Para describir su expresion era como si estuviera atada de manos y de pies y yo hubiera vomitado en la cara de su madre y su unica reacción posible fuera la gesticulación facial.
Histeria Venezolana
Entrar a uno de estos restaurantes es entrar a una fiesta privada de jóvenes maduros que se comportan como en el despertar sexual. Yo acabo de vender mi departamento en Junin y French frente al cual hay un restaurante hamburgueseria regentado desde mi viaje anterior (siete años) por una especie de capo de tutti capi que es el cocinero. Me odia y nunca entendí bien por que pero sospecho que es porque tengo plata para sentarme en su local. ¿Se entiende la contradicción? Es evidente que fue el cocinero quien trajo parientes y amigos y que esos amigos trajeron otros amigos y que la regla entre ellos es el respeto del que te trae. El efecto de esto en el cliente es que apenas uno entra, es como si entrara a una fiesta ya empezada de gente que no conoce ni nunca vio. Es como si les molestara pero también atrajera porque, como están aburridos y necesitan trabajar, uno también es fuente de divisas y lo más importante, es un tema de conversación que les permite pasar el tiempo. Los hombres tienden a ser los peores. Los gays son locas malas pero malas malas, casi, sin excepción que se creen un regalo de Dios a la tierra. Esa es una mentalidad muy Caribeña. La cuestión es que el resentimiento se articula a través de una serie de imposiciones físicas en forma de reglas y normas no escritas mediante las cuales uno tiene que someterse a una coreografía del cliente en donde al momento de ingresar, el porteño delega su derecho al movimiento, dinero, libertad y que no se te caguen de risa en la cara. All Rights Reserved. J A T